11.10.2009

CAMINO A CASA

No hay mejor escenario de infinitas posibilidades que el trasporte público camino a casa. 

Noche fría y concurrida en la parada, haciendo fila para abordar. Los dedos de mis pies juegan entre sí por heladas razones que enfrían mis ideas, mis pies ya lo están. 


Entre el constante transcurrir de los minutos y el sueño de mi pierna dormida, me toca abordar, saludo -buenas noches- como me enseñó mi mamá; el silencio se hace presente en la falta de educación del señor que se me adelantó al pasar, y además se sentó en mi lugar predilecto, junto a la ventana, donde no hay que abrir la puerta ni pasajes que pasar. 


Siempre me oculto entre un hombro desconocido y una ventana empañada, siempre me he sentado ahí, con la vista perdida en el cotidiano trayecto, sin mirar a los demás, sólo saludando al abordar como bien me educó mi mamá; es curioso como las madres se hacen presentes en los detalles más mínimos y absurdos de la vida, hoy no me despedí de mamá.


La nueva elección de asiento me pone a titubear, la señora atrás de mí empieza a empujar, el -súbale, súbale, trae lugares- no me deja pensar, mi pierna dormida no quiere despertar, la decisión me empieza a impacientar, sin pensarlo más decido sentarme atrás, justo en el centro del incómodo asiento, me intento acomodar, respiro hondo y es ahí cuando empiezo a mirar.


Una pareja de ancianos batalla para subir el pronunciado escalón, un niño enfermo en brazos de su hermano mayor, una mujer cansada que grita en silencio su dolor, un señor maduro al que se le rompió el pantalón, la combi modelo 97 pintada de blanco con no muy sobrios detalles en verde se empieza a llenar, encuentros y desencuentros le ha tocado transportar.


Observo con cautela, a cada uno de los que me rodean, sus gestos, sus señas, escucho conversaciones ajenas, me fijo en sus vestimentas, el color de sus ojos, la ortodoncia descuidada del de mi derecha, la falta de brillo en los ojos de la señora que me empujaba, las manos arrugadas que aprietan con fuerza una bolsa negra, los zapatos desgastados de quien me quitó mi lugar, la nuca tatuada del conductor que ya se pasó dos altos y que ha tocado el claxon sin parar, los labios partidos por el frío, los rostros agotados, los rostros asustados, creo que empiezo a incomodar, evitan mi mirada, me ven mal, tengo un poco de náuseas y ganas de orinar.


Es por eso que siempre me he sentado junto a la ventana donde el contacto con la gente es mínimo, no por lo de las náuseas o lo demás, simplemente por la falta de tacto de mis ojos al mirar. Paso mis tres pesos con suma amabilidad -le puede pasar por favor, bajo en la siguiente esquina, gracias- mi forzada sonrisa no tiene efecto alguno en la anciana que me hizo el favor de pasar mis seis monedas de cincuenta centavos, la combi se detiene en la calle de mi casa, jalo la manija para abrir la puerta, siento las miradas en la espalda, incluso escucho cuchichear, ellos ahora me mirar, seguro me ven mal.


El viento frío me pega en la cara con un sentimiento de soledad, me inunda un vacío, me acuerdo de mamá. Camino a casa, aún con ganas de vomitar, me doy prisa para llegar. La calle oscura me acompaña hasta la puerta blanca de mi casa, el candado no esta en su lugar, me dirijo al baño, tengo que orinar, busco el apagador para encender el foco, no hay luz en la habitación, las ganas se van. 


Atravieso el patio de mi casa que se ha llenado de hojas secas, me gusta el crujir de las hojas de otoño cuando las pisas sin darte cuenta.


La puerta abierta me inspira un inmenso recuerdo de soledad, tendida en la cama encuentro a mamá, infinita tristeza en silencio anuda mi garganta, su piel tan fría, mis lágrimas la empapan.


Camino a casa me acordé de mi madre que me enseñó a ser amable y a saludar, camino a casa me fui sentada donde se mira todo y no estuvo mal, camino a casa dejé miradas incómodas y tres pesos más, camino a casa dejé mi lugar al lado de la ventana y recordé que olvidé despedirme de mamá.

 
Aprieto su mano helada, beso su frente arrugada, me acuesto a su lado, me abrazo a su cuerpo; se percibe una peculiar pesadez en el aire frío de la oscura noche sin luna ni estrellas, la ventana está abierta, la cama mojada por mis lágrimas, cierro los ojos con ella, está noche camino a casa, mamá murió y no le dije adiós.
 

Karla Partida...

2 comentarios:

  1. es increible como con tus palabras puedo sentir las sensaciones q describes..si q sabes como expresarte...muchas veces senti lo mismo y muchas veces m pregunte para q seguir??...nunca nadie m responde...de repente un vago relampago en mi ventana me da la respuesta...sigue asi niña

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  2. las puertas y ventanas están llenas de respuestas para mentes insaciantes...

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